miradascelestes

miércoles, marzo 14, 2007

Date cuenta que la mano nos alcanza y con sus uñas nos rasga la piel haciendo brotar la entrañable estreches del delirio. Despierta ante el grito que se escucha arrancando las falsas tonalidades que se dibujan en el cristal microscópico de una piel pálida y sin vida.
De un extremo al otro caminas buscando algo que no encontraras afuera, algo que aun no es verdad porque no ha sido nombrado por tu propia voz.
Date cuenta que está la sombra asechando constantemente; donde está la luz, está la sombra, ella perfecta y constante compañera olvidada que muestra sus dientes en la furia de la batalla con tu propio monstruo.
Cierra los ojos y percibe la monotonía milenaria de una evolución que aun no quieres sentir y delicadamente mira como tus manos se arrugan y entumecen mientras tu corazón se seca.
Y ahora?. Sólo queda el silencio que se amarra a una estrella fugaz para estallar en algún lugar del espacio mientras te conviertes lentamente en una amorfa figurilla… y así mueres mientras yo te espió desde adentro, mientras yo te pellizco para que no me dejes morir.

viernes, marzo 09, 2007


El despertador resuena odiosamente en el pequeño espacio donde apenas DI puede moverse. Sus piernas están entumecidas por la posición fetal que adopta toda la noche; en su espalda se dibuja la aspereza del catre casi deshecho y en un esfuerzo ya cotidiano levanta su impecable brazo para correr la cortina y contemplar el cielo que le dirá que ropa ponerse. En la calle la gente pasa atendiendo el sonido de las campanas y arrastrando los pies cada uno lleva su pesada cruz.
-Otro día más en el que debo dejar mis sueños colgados en la almohada mientras tú sigues durmiendo- reprocha en voz alta haciendo un rápido movimiento que la deja desnuda frente al espejo y mientras se muestra sus propios dientes y contempla despacio su figura pálida y un poco delgada los puños se cierran para no gritar.
En la alacena migas de pan ya duras forman parte de paisaje. Se da cuenta de que no tiene hambre.
La cama esta aun desecha en cuyas sábanas se entrelaza el cuerpo que allí yace perezoso con la piel delicada añorando el abrazo que le sostiene durante la noche. Las paredes húmedas tartamudean cuando el calor de los cuerpos no dan tregua.
Dos casas más abajo, entre el andén desajustado y el jardín se encuentra una alcantarilla de donde salen aquellos pensamientos convertidos en asquerosas cucarachas rastreras; DI se estremece de ternura de solo pensar que sus más dulces sueños están resguardados en una fría y metálica cajita de galletas.
A DI le cuesta caer de espaldas y ver las estrellas que normalmente la acompañan en el camino nocturno de dos horas y aun así sus pies la traicionan obligándola a parar en medio de la marcha prolongando el ansiar de su habitación de donde sale cada día en un impulso cotidiano y de supervivencia.
La música suena para que el silencio no le muestre su descontenta, absurda y voluntaria existencia; una tregua se dibuja en la cocina; un café, un pan y una cucharada de azúcar la tranquilizan mientras somnolienta se pierde entre torbellinos de luces blancas que le recuerdan que sus sueños están esperándola en la almohada.
De nuevo el despertador suena y DI vuelve a soñar.