miradascelestes

jueves, septiembre 15, 2005

Encuentro

I
Todo empieza con un beso y termina con un beso, un dulce y largo beso lleno de imágenes, sentimientos e ideas que el tiempo dejo cristalizar. El subió una vez por aquel camino por donde jamás pensó andar pues su ruta era otra, una ruta amarillenta y polvorienta e iluminada por los asombrosos y celosos rayos del sol que querían solo herir su piel. Por el camino encontró una planicie que le dejo absorto ante tan majestuosa imagen pues su frescura se reflejaba como en un espejo; él se veía en su propio espejo… pero no lo sabia. Sus pies olvidaron por un instante su razón de estar junto a él, sus manos su propósito dejando caer los días de trabajo y de caricias… esas caricias que tanto buscó en días y noches de tormentos.

Un sonido sordo lo saco de golpe de aquel momento único e irrepetible, qué era?, quién osaba molestar tan precioso momento? Miro a su alrededor. Arriba solo el gran astro que violentaba con su calor, abajo sus pies que no respondían, en un lado, camino y el otro, camino!... De donde podrá venir? Lanzó un grito al viento haciendo que se levantara una nube de hermosas aves que se escondían entre la hierba. Pero nada, nadie respondió a su llamado, solo silencio. -Donde estas?, quién eres? No te escondas? Deja que te vea?- dijo. Solo un susurro y la suave brisa que lo envolvía de pies a cabeza y le hacia estremecer. -Donde estoy?- pensó, más no pronuncio estas palabras pues le daba pánico que alguien le respondiera.

Decidió continuar con su andar, que le costo reanudar pues sus pies se habían estacionado no queriendo ser removidos. Camino un poco más y de pronto otra vez aquel susurro pero aún más claro que le decía: Déjame verte, mírame! Se detuvo y tembló de miedo, su piel estaba tan erizada que ya no sentía los penetrables rayos del sol, su cabeza retumbaba y su mirada esperaba encontrar la respuesta en algún ser humano, en alguna roca, en una planta, en un animal cercano, pero lo único que había en aquel lugar era él!

Empezó a correr hasta que ya sus pulmones no podían oxigenar su cuerpo y su pensamiento dejo de ser coherente y simultaneo. De pronto se detuvo agitado, en medio de aquel lugar sin tiempo ni espacio, sin una brizna de compasión sintió que ya no era aquel que había empezado a recorrer aquel camino, era otro! Su cuerpo se había transformado, sus sentidos le pedían ser oídos, y la voz le decía con mas fuerza: Mírame!, Mírame!

Se dio vuelta, miro el sendero que había recorrido y se vio allí, de pie, desvalido, impotente, sin rostro, sin nombre, sin manos… y acepto su nuevo estado. Sintió que una calida sensación recorría su frente y lo tranquilizaba. Era aquel beso que jamás espero, que jamás soñó y que de repente se convertía en su salvación, en su vínculo con la realidad.

II
Nublosamente sus ojos enfocaban el rostro de aquel ser que le despertaba, un estado de ensoñación lo envolvía, lo arrullaba. Se retorcía y pensaba que solo una mirada podría sacarlo de aquel estado. Despierto ya, se dio cuenta que sus ojos no tenían color, que no diferenciaba el azul del rojo, que los sonidos no le pertenecían a un objeto, que los sabores no eran de un alimento. Se dio cuenta que el era parte de todo ello, que volaba entre las vibraciones, que se dejaba llevar y traer. Inmerso en esta sensación su pensamiento adquiría la forma de las formas que no veía. Recordó aquella planicie en la que se contempló.

-Ha estado mucho tiempo dormido, hace sonidos extraños y apenas respira- escuchaba a lo lejos, pero no buscaba el origen de aquellas palabras pues su mente no conocía forma aún para ellas. Aquí estoy!- se decía para sentir que era parte de aquella conversación… inútil gritarlo cuando no hay quien lo escuche afuera, pero en él sus palabras hacían eco; en ese instante se dio cuenta que debía despertar, saltar de su estado pasivo y ponerse de pie, caminar y mostrarle al mundo lo que era, dárselo, como un héroe que entrega su Ser para que el tiempo se encargue de agradecérselo.

Su andar era cada vez más estrecho porque no encontraba la correspondencia de sus actos, pero insistía, persistía, su espíritu se había gestado fuerte e invencible por eso no caía.

Un día, mientras, sentado en una banca, debajo de un majestuoso árbol que le mostraba como estaba diseñado, como sus ramas tenían una progresión matemática perfecta y como armonizaba con su entorno, la vio por primera vez. Fue un destello. De ella salía una luz imperceptible, su mirada lo atrajo pues era como una estela que se clavaba en el horizonte. Ella no lo miraba a él, ella solo miraba el horizonte, a lo lejos. Pero en su paisaje estaba él.

III
Ella tenia en su rostro las marcas del tiempo, en sus ojos se veía el amor y desamor con que percibía su propia vida. Su cabello se agitaba suavemente al ritmo que le imponía la brisa y su piel se veía fresca.
Qué aroma tendrá… - pensó él- Algunos días atrás su vida se reducía al quehacer, a ganarle la batalla al tiempo, se obsesionaba con todo aquello que le disminuyera camino, quería engullir el mundo, ansiaba sentirse viva tal vez porque de niña no encontraba un motivo suficiente para ello, tal vez porque no entendía que el sol saliera todas las mañanas y en la noche, después de su recorrido, se fuera. Ahora ya no tenía estas conversaciones con ella misma porque aquellos pensamientos quedaron guardados debajo de una montaña de letras, números, conceptos, fechas, fórmulas, y todo aquello que pudiera reemplazar su sentido común; no porque esto no le sirviera sino porque ella no quería recordar quien era.

Hoy, justo en el momento en el que se encontraba contemplando el sentido del sin sentido, percibió su mirada, pero no sabía de donde procedía aquella sensación que la violentaba tiernamente, que la hacia sonrojar, que la estremecía. La mayoría de las veces no estaba presente en la vida del común porque sus anhelos eran elevados y profundos. Pensaba que ella pertenecía a un mundo en el que la sutilidad y el equilibrio se imponían, sin embargo los actos cotidianos que la asaltaban constantemente le mostraban la realidad. Este momento, en el que se sentía observada, le hacia sentir el peso que ella quería evadir. Su mirada se clavaba en ella tan profundamente que la quemaba. Quién era ese ser que con la tranquilidad aparente de su respirar y de su pensamiento la agitaba. Digo: aparente ya que dentro de si libraba las batallas más crueles y engañosas, era su viaje interior para luego aflorar en lo impensable.

Pronto se posó una gota fría en el rostro de ella dando aviso de tormenta –como la que ella estaba apunto de librar- y buscó con su mirada aquella que no la dejaba respirar. Se dio cuenta que ya no estaba allí. Sintió que algo se había llevado aquel hombre, algo que nunca le había hecho falta pero ahora que no lo tenía era como si le hubieran robado media vida. La tormenta era más evidente, ella inmóvil, perpleja, se dejó llevar. Caía fuertemente la lluvia sobre ella, el viento la golpeaba y ella seguía inmóvil mirando aquel espacio donde él había estado, tratando de ver su imagen, tratando de dibujar en el espacio su figura… Pero no le bastó el esfuerzo. Desde aquel día ella no volvería a ser la misma.

IV
Hombres y mujeres caminan por el mismo lugar todos los días, por las mismas calles, suben las mismas escaleras, toman el mismo autobús, beben el mismo café por las mañanas, leen el mismo periódico pero no están presentes, están ausentes, sus cuerpos están pero su espíritu esta escondido tras el velo del a-tiempo. Es una carrera constante por vivir de prisa.

Los dos (él y ella) pensaban esto mientras se miraban al espejo. Coincidían en el pensamiento?, coincidían en un sueño afín? No es malo soñar con cosas bellas pues lo bello es alcanzable, solo es cuestión de tener la capacidad de transformar cada instante de fuga y estar en continuo movimiento entorno a él. Tener la satisfacción de que ya no está vacío ese espacio soñado.

Todas las mañanas, a los dos les sorprendía el amanecer con las mismas preguntas. Cómo contestar sin emitir más preguntas, cómo contestar sin esperar respuestas que desgarren las entrañas y hagan perder la coherencia de la estructura solidificada. Es inevitable el encuentro.

V
Ella escribe: “Tocas, entras y te sientes dueño de mi vestimenta, la haces polvo y luego, cuando quieres me vuelves a vestir. Me esculcas, me revuelcas, me sacudes, me haces soñar, me invitas a vestir tu traje puesto perfectamente en tu cuerpo. Tu estrategia es analizada cuidadosamente para que mis esfuerzos por volver conmigo, por quitarte aquello que te llevaste esa tarde de lluvia, se enmudezcan y prefieran seguir tu juego.”

Todos los días ella va al mismo lugar, cumple la misma cita, tal vez con la esperanza de que algo suceda y le haga perder la cabeza, sin embargo, ella, aún sin saberlo, va a aquel lugar no a buscarlo a él sino a querer ocupar el mismo espacio donde se sintió tan amada.

Suena el teléfono y habla con alguien. Cuelga y se siente molesta, enfadada por aquellas respuestas que la hacen sentir el vacío de la realidad… pero así es su vida; sube tan alto y luego en caída libre baja. Quiere gritarle al destino que le muestre su cara, que le deje ver sus ojos cuando le esta diciendo que los acontecimientos que le vienen, tienen que ser de la manera con él lo ha estipulado y no como ella lo sueña. - Cobarde! No te escondas tras el velo de la dulzura y la comprensión, deja esa crueldad con la que muestras la realidad…!

Corre de un lado a otro, pero sus pies son torpes y tropieza, cae. Ya no quiere volverse a levantar, su mirada se fija en la rendija inferior de la puerta por donde ve al otro lado como la vida se mueve. Ella ya no quiere moverse, se siente indefensa. Se siente cómoda en su nueva situación, quiere volverse tan pequeña como para meterse por debajo de aquella abertura y pasar al otro lado. Lo intenta. A su memoria llega el recuerdo en el que de niña pensaba que podía traspasar las paredes, cerraba sus ojos y empezaba a caminar hacia una de ellas, y por un instante sentía que lo hacia. Estaba traspasándolas!, su cuerpo se había vuelto invisible e inmaterial… y justo cuando ya su corazón no podía con la alegría de aquella hazaña, la materialidad la golpeaba fuertemente y despertaba.

Se queda dormida…

VI
Nada. Solo pasa el tiempo… y la nada cada vez es más insoportable. Sentir que se camina en redondo, sentir que no se avanza. El movimiento es lento, imperceptible, lo que se mueve es una gran masa que aún no tiene forma definida… Por qué llegan tantos pensamientos a la vez?

Camina por el andén, poniendo un pie en frente del otro, en línea recta, su mirada es hacia el frente. Se distrae y recuerda súbitamente cual es su cometido. Se devuelve unos pasos. Mira el número de la casa, verifica y toca. Nadie responde.

Ella se despierta y mira a través de la pequeña fisura, ve sus zapatos gastados. Sigue sus pasos con la mirada. Y de pronto vuelven a tocar. El presiente que hay alguien. Ella esta inmóvil. Suspira y cierra sus ojos. El quiere verla, quiere devolverle lo que se había llevado, pero ella prefiere que se quede con eso, con su media vida, pues será la única manera de no morir.

Se queda dormida…

VII
El sol vuelve a salir.

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