miradascelestes

viernes, septiembre 16, 2005

La estacion

El lugar donde se encontraba solo tenia una escalera que unía las dos plantas, el techo era de plástico y cuando llovía fuertemente –como ahora- el ruido que se producía era tan fuerte que no se escuchaba voz humana, todos callaban, la lluvia se imponía. Las personas vienen a este lugar a esperar algo o a alguien, unos vienen para irse y otros viene para despedirse, otros simplemente regresan con la mirada perdida. Sin embargo unos dicen adiós a un espectro de vida, ellos mismos ya no saben decir adiós, no se escuchan y cargan su maleta por los doscientos cuarenta y tres escalones hasta encontrarse frente aquel que les llevará.

Hay una mujer parada en el primer escalón, viste un traje de rosas azules con blanco, en su cabello lleva mal puesta una pañoleta sujeta por dos pinzas plateadas que reflejan tal vez una vanidad ya pasada de sentirse bella, de verse bella, pero ahora cuando se adorna su cabeza ya no tiene la emoción de un encuentro o de una mirada insinuante. Sus manos se ven viejas y arrugadas, lleva dos anillos plateados que luce sin ningún afán. Su mirada esta perdida, la ensordece el ruido de la lluvia que siempre ha estado en ella y fuertes gotas caen en su conciencia. Pero, por qué esta aquí?, qué es lo que busca?
Toma sus cosas y se marcha bajo de la lluvia…

Una realidad que reúne muchas otras. Cada individuo con una distinta y cuando se encuentran solo se logran unir pequeñísimas partes ya que el miedo a ser descubierto hace que sea así… el miedo a tener miedo, a sentirse vulnerable… La realidad de aquel hombre – Jans? o tal vez Gans?, no lo escuche muy bien, por el ruido de la lluvia- era tan precisa, calculada y pesada, si pesada, pesaba tanto que sus piernas temblaban y me daban ganas de ayudarle prestándole mi cuerpo para sostenerse, era tan delgado que apenas podía ponerse en pie. Era su obsesión el ser delgado, era la única manera de no ver su pesadez en el espejo, pero sus pasos eran tan fuertes que retumbaban por todo el lugar. Quería que alguien se acercara a él y le sorprendiese con la levedad de un secreto. –Tal vez era lo que espera de mí- Pero donde podría estar yo en ese momento?, tal vez con la ilusión de un conocimiento que no llegará sino en el momento que debe ser.
-Donde esta la vida que se sueña, donde encontramos las ansias de seguir, porque no solamente quedarse de pie contemplando el infinito y luego dejarse caer… qué nos sostiene, cuál es el estado que nos rescata? – le dije en el oído, pero Jans o Gans no escuchó…

Sus piernas temblaban aún, ya no sabía si era por el peso o por el terror que le producía mi mirada. Se sentía desnudo frente a ella pues nunca nadie lo observó tan detalladamente, con tanta curiosidad de su estado, el siempre pasaba desapercibido a pesar de sus señales físicas, siempre iba lento, arrastrando sus pies para que sus pisadas no retumbaran tanto… pero imposible para mi no darme cuenta de lo grande que era.

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