miradascelestes

miércoles, marzo 15, 2006

La Jaula

El día empezó. Las nubes aferradas entre sí, no dejaban resbalar los rayos de calor obsequiados desde lo alto del firmamento. Un paso delante del otro lentamente forman su andar, sobre sus hombros su vida está esmeradamente tejida; sus ojos grises contemplan las manos ajadas por el devenir de sus actos, de las caricias no deseadas y de los cuidados efímeros de aquellos que tiene escondidos en su jaula.
Es una jaula grande y espaciosa, perfecta para sus intenciones, para sus huéspedes. En un rincón hay un armario lleno de mantas de lana en la que sus huéspedes se divierten destejiendo y volviendo a tejer; cada hilo suelto es un pensamiento que se va y el que llega es el que vuelve a quedar plasmado en la manta que otro destejerá. En la parte alta hay un río infinito de arcilla que fluye constantemente. Sus huéspedes sí que se divierten en el pues tienen el privilegio de crear a "su imagen y semejanza" y a destruir a su antojo.
Un día un huésped, -que apropósito era un ser que llegó en una mañana fría y se fue en la penumbra de la noche, cosa que no debería pasar porque hay una ley de la jaula que dice que los huéspedes pueden llegar cuando quieren pero en el momento de partir deberán escoger calculadamente el instante ya que de ese pequeñísimo momento dependerán sus días siguientes- Este hombre construyó una hermosa esfera con la arcilla que fluía desde el techo de la jaula. Era su perfección!. Trato de sacarla de la jaula pero la geometría de ésta no se lo permitía; su creación no podía salir sin que fuera reformada. La hizo de todos los tamaños, uso todas las ayudas posibles pero no lo consiguió y esa noche, en el momento donde la oscura noche más se cerraba, salió desesperadamente de la jaula...
Los nuevos y constantes huéspedes de la jaula conocían la historia y ni siquiera se les ocurría pensar en esa figura por la cual se desesperó aquel hombre que lo hizo desdichado en la noche de las noches.
La dueña de la jaula, observaba con gran placer las aventuras de sus huéspedes, los alimentaba y cubría del frío. Su constante preocupación era llegar y no encontrar huéspedes en su jaula, era tan dependiente de ellos que cuando alguno partía lloraba amargamente durante horas... Ella sabía que jamás había llorado como lo hizo cuando ese huésped, el que salió en la noche más oscura de las noches partió sorpresivamente y es por esto que cada noche cuando sus huéspedes duermen, ella llora suplicando luz para aquel que partió en la oscuridad.

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