Abre los ojos y ante ella está la imagen recortada de un instante. Su cuerpo se convierte en el de él y su imagen roza cada centímetro de su piel. Segundo a segundo cae en remolinos de deseo que se convierten en pequeñas gotas de sudor en su frente. Se estremece al ritmo del suave sonido que emite su interior; ansía el abrazo reconfortante y el aliento incontrolable del impulso. Llega un resplandor y la invade empezando por los pies; subiendo por las rodillas; se mete entre sus muslos y se estaciona brevemente en su sexo. Sigue por su ombligo y escalonadamente llega a su boca donde su lengua se convierte en una mariposa decidida a emprender su vuelo.

Por un momento siente que se ahoga, se retuerce y tose. De su interior brotan pequeños insectos de todos los colores estacionándose en cada rincón de su desnudo cuerpo, en una danza cuyo inicio la hace gemir. Su alma se escapa en un instante. Pronto dejan de brotar aquellos seres y ella queda sumergida en un estado de credulidad. Se desvanece la luz que se filtra por entre la cortina. La tímida mirada de un ángel se clava en sus ojos, su cabeza se desprende y rueda. Todo se le escapa, ya no queda nada. Se desintegra entregándose a los suaves hilos que desprende quien la mira. La sujeta fuertemente. Ella se funde en ése que la espía y juntos salen por la ventana en un viaje sideral desencadenando sabores de un instante recortado.