miradascelestes

jueves, julio 15, 2010

Volver

Soledad emprende su viaje de vuelta a aquel lugar de donde no partió. En la maleta, cuidadosamente ha puesto las palabras, las imágenes, los sonidos, la perspectiva de lo mirado y de lo ausente, la tristeza, el olvido, la alegría y la desesperanza; las manos frías, el abrazo de deseo, la contemplación de la vida, la brisa húmeda y salada del mar y hasta la palabra obscena que en algún momento la hizo sonrojar. Un recuerdo de la entrega desmedida y ligera le impide por momentos cerrar la maleta pero la confusión es una premonición de que puede hacerlo. Abre la puerta.

En el metro, su reflejo en la ventana le comunica su apariencia y extrañamente se pregunta porqué no veía su rostro antes. Con pequeños movimientos recuerda el continuo parpadear de sus ojos, el desplazamiento de sus brazos y se da cuenta que su pelo ahora es rojo; con una pequeña sonrisa se acepta en su nuevo estado. El reencuentro. No puede apartar la mirada de ella misma y con fascinación se contempla. Otros cuerpos detrás de ella se reflejan también pero su nuevo encuentro ocupa su atención. Despacio abre su blusa dejando ver la piel blanca, suave y pecosa por el sol, sus hombros caídos y sus pechos ligeramente abultados sobresalen tímidamente. Se redescubre.

La calle es nueva y con ella otros seres le permiten amarrar su nuevo cimiento. El reencuentro le deja el sabor de volver a empezar con una maleta más que olvidar en algún rincón. Esta lista para sumergirse nuevamente en el espectáculo oculto de los adioses, de las sonrisas ajenas, de las miradas insospechadas y ausentes, en las incertidumbres y las certezas de los encuentros; esta lista para perderse en ella misma.