Mujeres
Su cuerpo se desplazaba con angustiosos pasos y en su andar temblaba de pies a cabeza, la llovizna ponía suavemente pequeñas gotas blancas en su cabellera negra. Ella caminaba en medio de la multitud sin rumbo definido, nadie la esperaba ni tampoco ella asistía al encuentro con alguien; sin embargo su mirada estaba clavada en el piso que sus pies pisaban. Yo no sabia cómo ni de qué manera ella no lograba estrellarse con otro transeúnte, tal vez una pequeña brújula orientaba su dirección. Tras ella se fueron mis pensamientos e imaginé su estela; pero inmediatamente apareció otro cuerpo rompiendo el instante. Este otro cuerpo se sentó a mi lado, vestía de colores su cara y sus uñas tenían un barniz mal puesto. Bostezaba con timidez y sus manos en el bolsillo le daban seguridad de no sentirse espiada por mi. Suavemente subió al autobús y se perdió en medio de la lluvia, del humo de los carros y de un medio día hambriento.
Continúo aquí sentada debajo de un techo construido por momentos pasajeros, por esperas cortas, desesperaciones y amarguras.
Delante aparece otro ser, su cuerpo pareciera bailar en una armonía de juego de seducción. Ella sabe lo que lleva puesto y saborea las miradas que la adornan; se muerde los labios, señal impredecible que la delata, que pone en evidencia su corta edad.
Como las otras, se pierde por entre las esquinas.
Anoche tuve el impulso de seguridad y rodando con los nervios de punta llegue al lecho azul de una habitación con música, letras y pensamientos de deseo y compasión… Lentamente me deje arrastrar por un juego de miradas, anhelos, recuerdos y sonidos cayendo en la agonía de una larga y placentera sensación final. Un beso cierra la noche en medio de un adiós que exige un nuevo encuentro.
Junto a mí, un último cuerpo me susurra el llanto de un instante mal hecho y del cual no puede desprenderse su cuerpo tullido, fuertemente apretado. Apenas puede respirar.
Ahora la que se pierde en medio de un día partido por la lluvia y el sol soy yo. Caminando regreso nuevamente al lugar de donde partí.
Continúo aquí sentada debajo de un techo construido por momentos pasajeros, por esperas cortas, desesperaciones y amarguras.
Delante aparece otro ser, su cuerpo pareciera bailar en una armonía de juego de seducción. Ella sabe lo que lleva puesto y saborea las miradas que la adornan; se muerde los labios, señal impredecible que la delata, que pone en evidencia su corta edad.
Como las otras, se pierde por entre las esquinas.
Anoche tuve el impulso de seguridad y rodando con los nervios de punta llegue al lecho azul de una habitación con música, letras y pensamientos de deseo y compasión… Lentamente me deje arrastrar por un juego de miradas, anhelos, recuerdos y sonidos cayendo en la agonía de una larga y placentera sensación final. Un beso cierra la noche en medio de un adiós que exige un nuevo encuentro.
Junto a mí, un último cuerpo me susurra el llanto de un instante mal hecho y del cual no puede desprenderse su cuerpo tullido, fuertemente apretado. Apenas puede respirar.
Ahora la que se pierde en medio de un día partido por la lluvia y el sol soy yo. Caminando regreso nuevamente al lugar de donde partí.