miradascelestes

sábado, mayo 27, 2006

Mujeres

Su cuerpo se desplazaba con angustiosos pasos y en su andar temblaba de pies a cabeza, la llovizna ponía suavemente pequeñas gotas blancas en su cabellera negra. Ella caminaba en medio de la multitud sin rumbo definido, nadie la esperaba ni tampoco ella asistía al encuentro con alguien; sin embargo su mirada estaba clavada en el piso que sus pies pisaban. Yo no sabia cómo ni de qué manera ella no lograba estrellarse con otro transeúnte, tal vez una pequeña brújula orientaba su dirección. Tras ella se fueron mis pensamientos e imaginé su estela; pero inmediatamente apareció otro cuerpo rompiendo el instante. Este otro cuerpo se sentó a mi lado, vestía de colores su cara y sus uñas tenían un barniz mal puesto. Bostezaba con timidez y sus manos en el bolsillo le daban seguridad de no sentirse espiada por mi. Suavemente subió al autobús y se perdió en medio de la lluvia, del humo de los carros y de un medio día hambriento.

Continúo aquí sentada debajo de un techo construido por momentos pasajeros, por esperas cortas, desesperaciones y amarguras.

Delante aparece otro ser, su cuerpo pareciera bailar en una armonía de juego de seducción. Ella sabe lo que lleva puesto y saborea las miradas que la adornan; se muerde los labios, señal impredecible que la delata, que pone en evidencia su corta edad.

Como las otras, se pierde por entre las esquinas.

Anoche tuve el impulso de seguridad y rodando con los nervios de punta llegue al lecho azul de una habitación con música, letras y pensamientos de deseo y compasión… Lentamente me deje arrastrar por un juego de miradas, anhelos, recuerdos y sonidos cayendo en la agonía de una larga y placentera sensación final. Un beso cierra la noche en medio de un adiós que exige un nuevo encuentro.

Junto a mí, un último cuerpo me susurra el llanto de un instante mal hecho y del cual no puede desprenderse su cuerpo tullido, fuertemente apretado. Apenas puede respirar.

Ahora la que se pierde en medio de un día partido por la lluvia y el sol soy yo. Caminando regreso nuevamente al lugar de donde partí.

jueves, mayo 25, 2006

PESADEZ O LEVEDAD?

miércoles, mayo 10, 2006

Te miro desde adentro sintiendo tu sonrisa y tu llanto.
Vibración de palabras pronunciadas.
Te miro en la angustia de mi repentina aparición fatigada y
llorosa.
Te miro en la noche de mi llanto, en mi primer paso,
en el primer sonido.
Te miro en la angustia de un crecer tierno, en el beso y las manos
que me tocan y hacen que se estremezca mi cuerpo por primera vez.
Te miro en la embriaguez y la locura de los años, en la cima del
primer logro.
Te miro en mi capacidad de amar y de odiar porque me enseñaste las dos cosas.
Te miro en tus silencios cuando me acusan y en la mirada que me alienta secretamente.
Te miro cuando me sueñas y sueñas con mi descendencia y mi porvenir.
Te miro en mí porque cada centímetro de mi cuerpo esta impregnado de ti.
Verme en espejo es mirar la creación que has hecho.
Gracias, quede bien hecha. Ahora mírame tú a mí.

martes, mayo 02, 2006

Al entrar en el túnel sintió su piel quemada por el sol implacable que le azotaba. El frío de la caverna le hacia recordar la frescura de su casa en medio de un pueblo polvoriento y sediento; recordó también como la brisa saboreaba los frutos que nacían forzosamente y levantaba la tierra en una danza sin tregua. El aroma impregnado dejaba ver los amores y desamores que sucedían día a día. A lo lejos divisaba el horizonte por donde a cierta hora cruzaba aquella que se robaba sus más profundos suspiros.

De nuevo en el túnel suspiro hondamente como tratando de volver a sentir el instante aquel. Caminaba hacia delante con una pequeña lámpara que apenas dejaba ver sus pies. Pensó en el motivo por el que estaba en tan extraño lugar. Unas horas antes su rumbo se confundía entre la alegría de un encuentro esperado y la soledad de la espera; sus nervios apenas podían sostenerse en pie y su piel se erizaba a cada instante. Iba en una pequeña barca de madera milenaria, pesada y roída por el tiempo y el agua. Quien la conducía semejábase a Caronte llevando el alma de los muertos hasta el mismísimo infierno. Pero él no estaba muerto, ni quería estarlo, por el contrario su alma se sentía más viva que nunca. De pronto se mira inesperadamente en un espejuelo de agua; detrás de su imagen ve las nubes que pasan afanosamente para posarse sobre la montaña. Se da cuenta que no es el mismo que salio de casa, que las líneas de sus ojos han sido marcadas hondamente por tanta vigilia, que el día lo hace ver viejo y sin memoria. Una lágrima se confunde en el agua que pasa rápidamente. Se dirige a su conductor y con su alma destrozada le pide que lo regrese a la oscuridad.

Nuevamente en su cueva, en su guarida y con su única luz que le da referencia del mundo que le rodea, se alegra de no tener que mirarse a si mismo, solo sus pies le darán la referencia del paso del tiempo, solo ellos le dirán que esta envejeciendo.