miradascelestes

lunes, abril 30, 2007

Sumergida entre las paredes blancas
de donde péndula una fotografía del instante
en que por primera vez sintió a su apéndice vivo,
Ana cruza una pierna por encima de la otra
para continuar oyendo su voz propia
y ajena.
Se ríe y tambalea de un lugar a otro con un vaso de vino a medio llenar.
Un sorbo humedece las palabras y las ganas.
El eco de la habitación hace que se escuchen los más íntimos
sonidos hechos pensamiento
y la cálida noche hace llover gotas de sudor
que resbalan por la espalda.

Un solo instante,
silencio.
Los ojos brillantes se posan y la boca
se abre para decir: Aquí estamos nuevamente.

martes, abril 24, 2007

Estos son algunos cuentos que me gustan... a la ausencia de palabras propias, salen al rescate las ajenas...

FUNDICION Y FORJA

Todo se imaginó Supermán, menos que caería derrotado en aquella playa caliente y que su cuerpo fundido serviría después para hacer tres docenas de tornillos de acero, de regular calidad.
Jairo Anibal Niño


INSTRUCCIONES PARA LLORAR

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Julio Cortázar


LA SENTENCIA

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del Emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó a buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron: Cayó del cielo.Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó: Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.
Wu Ch’ eng-en

DE SUEÑO.

-No soy un hombre real. No soy un hombre como los otros, un hombre con huesos y músculos, un hombre generado por hombres. Yo soy –y quiero decirlo a pesar de que tal vez no quiera creerme- yo no soy más que la figura de un sueño. Una imagen de Shakespeare es, con respecto a mí, literal y trágicamente exacta: ¡Yo soy de la misma sustancia de que están hechos los sueños! Existo porque hay uno que me sueña, hay uno que duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir; cuando se despierte cesaré de existir. Y soy una imaginación, una creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es tan intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero el mundo de la vigilia no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre lentamente en el alma de mi durmiente creador.
Giovanni Papini

miércoles, abril 11, 2007

Las cuatro paredes hermosamente adornadas le permitian moverse infinitamente dentro del límite. Afuera, el asfalto se derretía en mil formas para dejar caminar a los osados.